martes, 30 de octubre de 2012

Restherot y Sacira.

En las profundidades de los bosques del norte, allá donde el mar y el cielo se acarician ambos con el mismo color, donde los inviernos son eternos y los veranos imposibles, ahí, vivía una loba alegre como los ciervos, blanca como la luna y fiera como una madre al ver en peligro a sus pequeños, su porte había conseguido hipnotizar a más de un cazador con su belleza, sus patas eran pequeñas pero inexplicablemente perfectas para escalar, de ojos dorados y dientes afilados como témpanos de hielo, <<¡Que perfección!>> era lo único que podían pensar aquellos que lograban verla, pues ademas de bella era ágil como frío el viento. Los lobos de su manada daban vueltas enteras a la montaña para lograr verla antes de que anocheciera, porque al anochecer, desaparecía, nadie sabía a donde iba, pero si a que. Iba a contemplar el cielo, estaba enamorada de él, las ancianas de su ''tribu'' la miraban de reojo, asqueadas, <<¿Cómo puede ser tan creída? ¿Cómo puede rechazar a todos y cada uno de los sementales que la cortejan? ¿A qué espera? ¿A morir sola y vieja?>>. Por otro lado las jóvenes la miraban con recelo y envidia <<¿Será perra la muy creída? Si no quiere pareja que se aleje, que no todas queremos estar solas, queremos una familia.>> Otras decían <<La culpa es de esos lobos, que no paran de seguirla>>, a todo esto, ella hacía oídos sordos, ella les sonreía, no quería pareja alguna y estaba convencida de que en algún momento la dejarían en paz y se irían a por otra. Por las noches acudía a la costa, allá donde el cielo bebía, aullaba al cielo sin luna, luna, ¿porqué ella si que podía estar abrazada al cielo y ella no?, la odiaba, la tenía envidia, y día tras día se quedaba dormida en la costa, sin querer pensar en que pronto llegaría el día, con su sol, con su brisa, con su mala manía de arrebatarle lo que amaba, dejando a la pobre loba mojada por el agua y llorando asta que el Sol caía. Ya no podía mas, no podía, necesitaba ir allí arriba, necesitaba ir con él, decidió subir al acantilado más alto de la costa, para gritarle a la luna, luna, maldito diamante, necesitaba una explicación, ¿porqué él si y ella no?, subió corriendo a la colina el la que se hallaba el acantilado, subió y enseñó sus dientes a la luna, se preparó para aullar, alzó la cabeza y antes de que pudiera esbozar el más mínimo gemido, le vio a él.

[...]

No muy lejos de allí, vivía un lobo negro, de grandes dimensiones, colmillos grandes como los dedos de un humano, ojos azules como el cielo al amanecer, caminaba solo, acechando al suelo, no paraba de gruñir, vivía muerto en dolor, su corazón anteriormente herido se había enamorado perdidamente de la luna, envidiaba al cielo por su suerte, él  si que la podía abrazar, pasaba noches y noches con ella, sus patas eran grandes como fiero era él mismo, los machos de su manada le envidiaban y miraban enfurecidos, más de uno muerto en envidia falleció entre sus fauces por osar enfrentarse a él, también les entendía, ¿Cómo no iban a odiarle? no había hembra que se le resistiera, y peor aun  que no rechazara, los ancianos no le entendían, pero si le respetaban, no había otra opción, nadie había conseguido que le su mentón tocara el suelo, los cazadores le trataban cual leyenda, ''Restherot'' le llamaban, lo cual no es que le alagara, de echo prefería pasar desapercibido, que no le molestaran, dormía de día, pues de noche la adoraba, a ella, a ese ser tan perfecto como imposible de alcanzar, tan bello como doloroso el hecho de saber que nunca sería suya, <<maldito cielo>> pensaba, todos coincidían en que nadie amaría nada como él necesitaba a la luna, más de una vez había oído hablar de la leyenda de ''La loba blanca'' una loba que, según decían, era perfecta, tan perfecta como solitaria, pero lo que a él mas le llamaba la atención es que decían que esa loba odiaba a la luna, <<¡Eso es imposible!>> decía <<¿Cómo alguien va a odiar algo tan perfecto?>>. Pero su corazón ardía, no podía más, necesitaba cogerla, a la luna, si, a ella, maldito cielo, maldito, no lo entendía, simplemente no lo entendía, una noche, ya casi sin fuerzas para seguir caminando con el peso de la vida, decidió subir al acantilado más alto de la costa, para gritarle al cielo que él si que la quería, que se la diera, que aquello era una injusticia, sin tardar subió  casi tan alto como estaba el cielo, al acantilado, caminaba con rabia, alzó la vista y ... [...]

Alzó la cabeza y vio ante sí al ser más perfecto que jamás había visto, ella le miraba, era perfecta, sus patas, sus ojos dorados como el reflejo del sol en el agua, y su...
Se quedó pasmado, casi sin respiración, era blanca como la luna, como la misma luna, no había cielo que la rodeara, estaba ahí, frente a él, parecía que incluso le esperaba, no podía ser, tenía que ser un sueño, que ser mas magnífico, si, era una loba blanca.


Y antes de que esbozara el más mínimo gemido le vio a él, sus ojos la hipnotizaron, no se podía mover, era el mismo cielo, no se lo podía creer, aquel ser le resultó hermoso, no se lo podía creer, parecía el mismo cielo cuando la luna no estaba sobre él, sus ojos eran tan perfectos como el cielo al amanecer, estaba nerviosa, quieta, y de repente, sintió el impulso de acercarse a él. Era un lobo negro, juraría que había oído hablar de él ''El amante de la luna'' le decían, había oído que era hermoso, un hermoso lobo negro.

Se acercó él.

-Soy ''Restherot''-. Le decía.

Le miró sorprendida, si, era él, respondió por cortesía.

-Me bautizaron por'' Sacira''.

-La loba que odia a la luna.

-El lobo que la quiere tener.

-Es curioso que odies al ser con el que comparan tu belleza.

-Es curioso, tu también me recuerdas a él.

-Gracias.

-¿Gracias porqué?

-Yo amaba a la Luna, ahora se a quien proteger.

La loba le miró confundida, no se lo podía creer, era el mismo cielo, estaba hablando con él.

-Mi corazón pertenecía al cielo, pero ahora...

Él la sonrió y se acercó a ella, cerca, muy cerca.

-¿Le amas?

-No sé que responder.

-Te amo.

-Yo a ti también.

El cielo y la luna sonreían, al fin, aquellos que eran su viva imagen en la tierra se habían llegado a conocer, era inevitable, Restherot y Sacira estaban hechos el uno al otro, estaban hechos simplemente, para amarse eternamente, sin final, sin dolores, simplemente, ella y él. 



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